EJE 4. LA CRISIS SISTÉMICA DEL CAPITALISMO Y SUS CONSECUENCIAS PARA LA MIGRACIÓN
Como bien sabemos, hay una literatura muy extensa sobre esta temática. Autores como Wallerstein, Chomsky, desde el ámbito anglosajón; González Casanova y Boaventura de Souza, entre otros, han descrito las características del capitalismo contemporáneo. Hemos escogido algunos párrafos de los dos últimos porque son representativos de una visión latinoamericana del neoliberalismo y el neocolonialismo., orientada a la acción. Con éstos primeros insumos y otros que aporten los demás compañeros, intentaremos resumir las ideas nuestras vinculándolas al fenómeno de las migraciones para su discusión.
Si pensamos y actuamos de lo local y regional a lo global, todo indica que luego del giro a la izquierda que marca la última elección mexicana, los movimientos civiles y sociales (“Asambleas de Pueblos”) podrían hacer desde nuestro país una contribución significativa en la territorialidad, la integralidad y la transversalidad de las migraciones lo mismo en el FSMM18 que en el FSM2020.
Pablo González Casanova “El imperialismo hoy”
A fines del siglo XX, el imperialismo, que es la formación más avanzada del capitalismo, domina en el mundo entero, con excepciones como Cuba, muy poco explicadas en la teoría de las alternativas. Desde los años 70 y 80, las redefiniciones o reestructuraciones del imperialismo dieron una fuerza especial al proceso conocido como “globalización”. Bajo ese proceso se delinearon las nuevas formas de expansión de las grandes potencias, en particular de Estados Unidos.
El neoliberalismo globalizador exportó la crisis a las periferias del mundo al tiempo que se apropió de los mercados y medios de producción y servicios que habían creado en la post-guerra, sustituyendo los que no eran rentables, y estableciendo un neocolonialismo cada vez más acentuado y represivo, en que compartió los beneficios con las oligarquías locales, civiles y militares, y negoció con ellas privatizaciones y desnacionalizaciones para asociarlas al proceso.
La nueva política globalizadora frente a la crisis interna y externa consistió en dar prioridad al neoliberalismo de guerra y a la conquista de territorios, empresas y riquezas mediante la fuerza. En el campo ideológico Estados Unidos complementó su ideología de lucha por la democracia y la libertad, gravemente desprestigiada, por la ideología de una guerra preventiva contra el terrorismo. Se adjudicó el derecho de definir a éste y de incluir en la definición a todos los opositores de que necesitara deshacerse, y de excluir de ella a todos los delincuentes que necesitaría y a sus propios cuerpos especiales militares y paramilitares “con derecho de matar” y “torturar”.
La “guerra preventiva de acción generalizada” no sólo constituyó un cambio profundo frente a “la estrategia de la contención” que había privado durante la guerra fría sino la forma más adecuada -a corto plazo- para que el gran capital y las potencias imperialistas impidieran el desarrollo de la conciencia y la organización de las fuerzas alternativas emergentes.
La verdad es que hoy, más que nunca, el concepto del imperialismo como una etapa del capitalismo y de la historia de la humanidad, sigue siendo un concepto fundamental. Al articular la historia de los imperios con la historia de las empresas, el concepto de “imperialismo” puso al descubierto el poder creciente de las empresas monopólicas y del capital financiero. También replanteó la lucha antimperialista combinando la lucha de las naciones oprimidas con la lucha de las clases explotadas.
De Souza Santos, Boaventura; “Reinventando la emancipación”.
Para ubicar la relación México – Estados Unidos en el ámbito regional, exponemos algunas ideas de indudable significación y actualidad del gran sociólogo portugués Boaventura de Souza Santos, en su ensayo Reinventando la emancipación social.
Boaventura afirma que para enfrentar los grandes retos de nuestro tiempo —la insoportable injusticia social y el colapso ecológico— no basta con tener el poder, hay que transformarlo, hay que intentar cambios civilizatorios.
Los cambios que se requieren son muy amplios y complejos. Las contradicciones son tan grandes que se necesitan cambios revolucionarios. Pero hay confusión sobre los conceptos de revolución y de reforma, sobre los tiempos y modos de realizarlos, sobre las tácticas en el corto plazo y sobre las estrategias en el largo plazo.
Para Marx la revolución era un motor de cambio, y para Walter Benjamin era un freno para no caer en el abismo. A partir de este esquema, Boaventura sugiere algunas caracterizaciones en América Latina. Reformistas que parecen revolucionarios: Bolivia y Venezuela; revolucionarios que parecen reformistas: EZLN; reformistas que ni siquiera parecen reformistas; Lula en Brasil.
El capitalismo tiene una capacidad destructiva, que ahora es mayor que su creatividad: dicen defender los derechos humanos, la democracia y la vida, y en realidad los destruyen. ¿Podría el capitalismo hacer otra cosa?
En nuestros días hay grandes contradicciones entre la teoría y la práctica, entre Norte y Sur, entre capital y trabajo, entre capital y naturaleza, entre individuo e identidad cultural, entre colonizador y colonizado.
Lo que Boaventura se propone demostrar es que el capitalismo nunca ha existido sin colonialismo. Nuestras independencias no terminaron con él. Persisten las asimetrías de poder entre sujetos políticos teóricamente iguales, pero se mantienen las relaciones de dominación entre opresor y oprimido, al cual se caracteriza como inferior, ignorante, local, improductivo, perezoso. Boaventura las llama “constelaciones de discriminación”.
La radicalidad de las luchas sociales hoy no se mide por los medios —elecciones, resistencias, bloqueos, paros, huelgas— sino por los modos en que afectan al capitalismo. Si se afectan los intereses de una petrolera o una minera, hay una lucha radical.
Mientras tanto, los cambios en el capitalismo se dan para endurecerlo: nuevas formas de desposesión de campesinos e indígenas, abatimiento de las estructuras de producción local, destrucción de la propiedad pública, privatización de los servicios, militarización, criminalización de la protesta social y aumento de la violencia estatal. En Perú y Chile hace poco fueron apresados 800 líderes indígenas por bloquear carreteras, actos tipificados ya como terrorismo.
Pero van apareciendo nuevas estrategias y nuevas formas de lucha social. Entre otras: nuevas territorialidades y autonomías indígenas, campesinas, rurales y urbanas; nuevas interpretaciones de la legalidad y de la ilegalidad; nuevas organizaciones económicas populares, de cooperativas, de servicios; nuevas relaciones entre humanos y naturaleza.
Un punto de referencia fundamental para entender todos estos procesos, según Boaventura, es partir del hecho y comprender las características de la “poscolonialidad” en países como los nuestros. Tenemos que preguntarnos ¿cómo actúa hoy la potencia capitalista y colonizadora, hegemónica, en una palabra imperialista, y cuáles son sus aliados en América Latina?