EJE 7. DIÁSPORAS, COMUNIDADES TRANSNACIONALES Y POBLACIÓN MIGRANTE ACTIVA

La migración es una realidad compleja de movilidad humana que involucra y vincula a personas con varios territorios que incluyen los lugares de origen, tránsito y destino, además de espacios diaspóricos, transnacionales e incluso globales, constituidos por medio de las relaciones sociales, culturales, organizativas, económicas y políticas que desarrollan las diásporas y las comunidades de migrantes, entre otros actores. Por otro lado, las diásporas son consideradas “los otros”, los que han llegado, los que habían emigrado, los extranjeros de un día o de cinco décadas, viajeros buscando asentamiento, en circulación, visitantes y residentes quienes son actores directos en la migración; son también “los nosotros”. De ahí que aún cuando sean definidos como “minorías” de diversos tipos, la población migrante a menudo es ignorada o no reconocida como sujetos políticos e incluso como sujetos jurídicos.

La puja de institucionalidades en agencias estatales y no estatales y su burocratización en la agencia del tema migratorio se desvirtúa por la falta de transparencia y por la exclusión de personas y realidades de la población migrante, lo que se traduce en políticas públicas simuladoras, superficiales e injustas que tienen como interlocutores solamente la voz de  intermediarios convenientes. Por ello, a lo largo de varios años, las organizaciones de migrantes y las diásporas han venido señalando la necesidad de anclar su labor de incidencia política en una visión de la sociedad ideal que queremos construir. La corresponsabilidad transversal y recíproca de las propias diásporas y migrantes con sus estados o la autogobernanza global de estos grupos, sin intermediarios, no es imposible, dada las certificadas capacidades autonómicas que estas despliegan en el mundo. En respuesta a los estragos de la globalización y los fenómenos asociados con la fase neoliberal del capitalismo, esto ha dado lugar no solamente a la reconfiguración de actividades económicas, políticas, culturales y sociales, sino también a la actuación simultánea en varios niveles (local, regional, nacional, continental, internacional, transnacional, global, etcétera) y con una gran variedad de interlocutores.

El propósito de este eje es compartir la identificación de los pilares de la política pública que deben caracterizar a nuestro ideal de sociedad, así como también las áreas de buena gobernanza que deben estar presentes en el tipo de sociedad que queremos construir desde las comunidades migrantes organizadas. La meta de construir sociedades justas donde la mayoría de las personas puedan satisfacer sus aspiraciones económicas, sociales, culturales y políticas de forma autonómica y con autodeterminación no debe concebirse como un antídoto a la movilidad humana, sino como un deber ético y moral de la buena gobernanza democrática.

En el camino hacia la articulación de un plan de acción para la incidencia política se necesitan diagnósticos más específicos sobre la realidad en el terreno y la capacidad de actores de sociedad civil, especialmente las diásporas y las comunidades migrantes organizadas. El desafío de alcanzar niveles superiores y más eficaces de organización social y política entre “nosotros” debe seguir siendo un enfoque central en el proceso continuo de incidencia para lograr la sociedad ideal que queremos. Por ende, la organización de población migrante se debe ubicar en los terrenos ideológico y político, desde los cuales se formulen análisis y soluciones colectivas y colaborativas.

Los escenarios que identificamos como espacios de incidencia son:

  1. Las diásporas y el reconocimiento íntegro de sus derechos humanos. Para ello es necesario entender sus genealogías e historicidades, sus adscripciones y conformaciones, conflictos y vulnerabilidades, capacidades de diálogo y alcances. Y desde ahí formular políticas culturales de no exclusión y convivialidad con respeto; políticas transversales de buen trato a las migraciones de tránsito y las variables de residencia circular o permanente; políticas de colaboración recíproca; programas de armonización y homologación de derechos de consulta previa e informada; profundizar y exponer las capacidades autonómicas de las comunidades de las diásporas; entre otros temas.
  2. Las personas migrantes organizadas, trabajo y activismo más allá de las fronteras. El objetivo es avanzar en la tarea de fortalecimiento de la capacidad organizativa de las comunidades migrantes de manera que puedan ser actores cada vez más, capaces de incidir y participar en todas las esferas de toma de decisiones que afectan sus vidas; y por el otro lado, avanzar en la definición del tipo de sociedad ideal que queremos construir. La armonización de estos dos esfuerzos es necesaria para poder jugar un rol cada vez más prominente e influyente en los espacios de actuación política.
  3. Las comunidades y familias transnacionales: su reconocimiento en el papel activo que juegan frente a la experiencia de la migración. Es importante visibilizar la participación que las familias de migrantes y comunidades tienen en el proceso migratorio, reconocer las experiencias de co-construcción que la migración ha permitido y ampliar la discusión sobre las condiciones necesarias para el reconocimiento de los derechos de estos actores.

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